lunes, 25 de junio de 2012

Anoche lei una nota, sobre unas hermanas que fueron abandonadas varias veces por su madre. Si, aunque suene extraño, fueron varias veces. La misma madre las tomo y las dejo muchísimas veces. En la nota, cuenta una de ellas, como pudo superar ese dolor, formar una familia y convertirse en profesional. También cuenta de su otra hermana, quien murió de un cáncer de garganta por no haber podido decir lo que queria decir, en el momento que quería. El cáncer le consumió la vida. Y habla también de su madre, pero de ella sólo dice que murió. Y que murió sin haberse animado nunca a revisar su pasado. No quiso hablarlo, revisarlo, ver que habia en él. Nunca les dijo porque las dejaba y volvía a buscarlas cada tanto. Nunca les dio un explicación. Sólo lo evito y murió sin saber si lo que hizo estaba bien o mal. Sólo murió. Al instante mi mente recorrió como una maratón a las muchas personas que vi a lo largo de mis dias evitando revisar su pasado. Imagino que parte de no querer mirar lo que pasó, encerraba el miedo de esa mujer a darse cuenta que su pasado habia maltratado su presente y que su pasado no enfrentado había manchado sus días siguientes. Me vi a mi, muchas veces, ocultando el pasado para asi olvidarlo rápidamente y pasar a otra estación. Pero me di cuenta que el pasado no puede ocultarse mucho tiempo, al pasado hay que mirarlo, enfrentarlo, hablarlo y así, sanarlo. Evitar solo hará que lo encontremos en la próxima estación, esperándonos. Es la receta para no repetirlo en el presente. No hablar de lo que paso, callarlo no lo hará menos audible. Todo lo contrario, sus gritos serán tan fuertes que hasta sordos podríamos volvernos, tan sordos como para no oír a la esperanza llegar. Esta es la receta que a mi me ha hecho saborear las delicias mas ricas, hacerse cargo de los errores cometidos,de las heridas provocadas, enfrentar lo que me duele a fin de poder sanar el hoy. Creemos que cuando lo evitamos, estamos evitando el dolor, el sufrimiento, la tristeza, pero esto nunca sucede realmente y evitar solo convierte el dolor en un callo más profundo y duradero. Postergar nos envejece prematuramente, nos destiñe rápidamente. ¿De cuantos manjares me estoy perdiendo por miedo a perder? ¿De cuantas mesas y banquetes me estoy privando por miedo al dolor? Al pasado hay que hablarlo.  A mí me liberó, me brindo alas, me sanó. Me dio nuevas hojas en blanco para empezar otra vez. Al menos, durante un tiempo anduve mas liviana, hasta que el presente se convirtió en pasado y tuve que empezar otra vez. Pero esta vez tranquila de saber que puedo usar la receta cada vez que quiera. Eso si, sólo si quiero la puedo convertir en manjar. Si no quiero, sólo quedará en el papel, como una linda receta y nada más...





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